Seguro que era él; alto, corpulento, con americana, sombrero de alas anchas, y rostro de rasgos muy pronunciados… pero sobretodo, lo que le delataba era aquella cicatriz rojiza que le reseguía la mejilla derecha, seguramente a causa de alguna de las muchas peleas en las que había participado.
Tenía permiso para matarlo, pero hacerlo sería rebajar mi reputación, ya que todos sabíamos que nos podía proporcionar mucha información que desconocíamos.
Pero se había escapado y ahora mi trabajo era conseguir llevarlo, vivo o muerto, de vuelta a comisaría.
Salté el muro tras él. Sólo me aventajaba unos pocos metros, pero aún estaba lo suficientemente lejos como para que no pudiera dispararle sin temor a causarle la muerte, y él lo sabia.
Giré la esquina rápidamente antes de que me volviera a coger ventaja, pero al hacerlo me topé con la espalda de una mujer y le cayó el bolso con sus pertenencias. No tuve tiempo de ayudarla, así que le pedí disculpas y me fui corriendo porqué el criminal ya se encontraba al final de la calle.
Tenía que conseguir acortar distancias, porque sería un gran problema que se perdiera en la inmensidad del puerto.
Vi como se adentraba entre la multitud, ya que le iba pisando los talones. La suerte de la pasajera rubia que lo estaba observando todo no fue muy buena, porque el tipo la cogió como rehén y yo entonces no podía disparar. El criminal me amenazó, que si hacía algún movimiento extraño la rubia moriría al instante. Entonces me dio un fuerte golpe con una botella que había en el suelo y subió al barco más próximo.
Me había dejado inconsciente del golpe, pero me desperté al escuchar el griterío de la gente al ver que el tipo los amenazaba con un cuchillo. Con un último esfuerzo me puse en pie y al ver que el criminal me daba por muerto, me acerqué por sus espaldas sin hacer ruido y le apunté en la cabeza con una pistola.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
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